Reivindico la libertad de fumar, no comprendo el porqué fumarse un porro ahora resulta que es medicinal y encender una pipa resulta arma de destrucción masiva, pero no menos comprendo que librando los espacios públicos cerrados de humo ganamos todos.
Hay consenso en que la medida en dos tandas, la primera hipotecando a los empresarios de hostelería con reformas no amortizadas, mampara va, mampara viene, y ésta de prohibición total en un delicado momento económico, no sea la forma más acertada. Pero no deja de haber consenso mayoritario en que en salud ganamos todos, eso sí a pesar de que nos envenenemos con huevos contaminados con dioxinas.
No hay tanto consenso en que fumar al aire libre esté perseguido, que no puedas fumar en la calle o en el parque, aunque sea en la puerta de un hospital o a diez metros de un niño, no resulta asumible, sobre todo si tenemos en cuenta que pasearse por algunas calles puede resultar mucho más tóxico para infantes que un señora sentada en un banco se fume de una atacada una cajetilla de mentolados.
Tampoco hay consenso en que la prohibición sea total y que no se deje la opción de locales con salas exclusivas para fumadores, es decir puede haber burdeles de carretera para explotación sexual y no puede haber salas para fumadores, eso sí resulta moderno lo de narcosalas para suministro de heroína.
Que lo del tabaco, o sucedáneo químico y manipulado de éste, es un negocio para tabaqueras y Estado, es innegable, que lo de los efectos nocivos para la salud están demostrados, pero que se les puede ir en exceso la mano, sobretodo cuando es prohibir por narices, sin hablarlo, sin hacerlo de forma explicativa, sino por imperativo estatal es lo que está generando pocos rebotes. Es la nueva versión de ese despotismo ilustrado que tanto practica el gobierno Zp.
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