Me llama la atención de Samaranch, como de otras tantas familias consolidadas en lo económico, que en lugar de vivir exponiendo sus riquezas viven de forma discreta y casi anónima.
Me planteo la comparación con otros tantos, y surge de nuevo la filosofía del nuevo rico y del que siempre ha manejado o bien sin haberlo hecho mantiene una mente enraizada. El desfile de caras por el domicilio de Samaranch en Barcelona no muestra más que un portal de finca de vecinos, nada de mansión encumbrada.
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