Cuando el entonces Alcade de A Coruña, Francisco Vázquez, decidió reintroducir
el tranvía en A Coruña, se pensó en un metro ligero, pero acabó en tren
de la bruja para las finanzas municipales a costa de dilapidar fondos
públicos en un tranvía entendido no como medio de transporte y
vertebración urbana, sino como postalilla con una finalidad nostálgico-turística que
unía el nunca jamás con la nada. Eso fue despilfarrar.
El despilfarro es despilfarro, injustificable, tanto en vacas gordas como en vacas flacas.
El gasto público debe estar justificado y planificado para, optimizando los recursos disponibles, dar respuesta sostenible a necesidades objetivas.
El problema surge cuando se confunde los intereses públicos con los egos o intereses personales y de partido. Cuando se patrimonializan las institucionesen provecho propio, y hasta se heredan, caso de la Diputación de Ourense.
Toda aquella inversión que podría haberse traducido en un sistema similar al implantado en Barcelona, y que permitiese unir el centro de la ciudad con los Campus universitarios, y de ahí prolongarse hasta el aeropuerto permitiendo una integración del área metropolitana, ahora está abandonado, como ruina del neodesarrollismo noventero, como tren esqueleto con raja circundante, que como se te meta la rueda te aerodeslizas fuera del paseo si antes no te ha caído una catenaria encima. Eso sí, ahora con la Torre de Hércules cerrada, que ni con los franceses, que como vengan los de la UNESCO nos la desamortizan.
El despilfarro es despilfarro, injustificable, tanto en vacas gordas como en vacas flacas.
El gasto público debe estar justificado y planificado para, optimizando los recursos disponibles, dar respuesta sostenible a necesidades objetivas.
El problema surge cuando se confunde los intereses públicos con los egos o intereses personales y de partido. Cuando se patrimonializan las institucionesen provecho propio, y hasta se heredan, caso de la Diputación de Ourense.
Toda aquella inversión que podría haberse traducido en un sistema similar al implantado en Barcelona, y que permitiese unir el centro de la ciudad con los Campus universitarios, y de ahí prolongarse hasta el aeropuerto permitiendo una integración del área metropolitana, ahora está abandonado, como ruina del neodesarrollismo noventero, como tren esqueleto con raja circundante, que como se te meta la rueda te aerodeslizas fuera del paseo si antes no te ha caído una catenaria encima. Eso sí, ahora con la Torre de Hércules cerrada, que ni con los franceses, que como vengan los de la UNESCO nos la desamortizan.
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