Por mutua estrategia, Ana Botella convertida en tándem de Gallardón. Representaba las antípodas de éste, pero permitía a Albertito cogerse el brazo del jefe, aunque fuese por medio de la cintura de su mujer, al tiempo que anclaba el voto de ese PP tardofranquista, tan abundante en Madrid, y tan hasta del verbo de Gallardón.
Reconvertido Gallardón en Ministro, en su disparatada carrera hacia la Moncloa, la Botella se hizo alcaldesa, dejando huérfano a los gallardonitas, que haberlos hailos, y empoderando a los del antiguo régimen.
Pero a Ana, a diferencia de a la Espe, nunca se la ha visto, se le ha votado, ni se le ha invitado por ser Sra. Botella, sino como la representación e intercesora de su consorte, virreina para aquellos que ven en ella al bigotes metamorfoseado.
La Botella resulta rancia y oscura, muy oscura, a mayores de antigua, muy antigua.
La Espe al menos te alegra la vida con sus salidas de tono, al menos es protagonista, la Botella es segundona, como esas mujeres en los países árabes, varios pasos por detrás de su marido, siguiendo a éste, lo opuesto a la Aguirre, con inteligente caballero sedente.
Madrid no se merece a Ana Botella, porque Madrid se hizo liberal y cosmopolita, tras años de zanja socialista y gallardonil, y ahora pretende hacerla catacumba.