Tony Curtis lo suelta con normalidad, chicas que iban contratadas por los Estudios con ilusiones de ser actriz, pero con el único fin de ser carne de colchón: “Aquellas chicas de 18 o 20 años eran carne de cañón. Todos los que trabajábamos en los estudios nos aprovechábamos de su inocencia. Y las había a montones. No me acuerdo de sus nombres. Las pobrecitas... Al final siempre volvían a sus poblaciones de origen para casarse. Llegaban a Hollywood y se marchaban, constantemente, con todo, si una chica era lista, siempre sabía cómo salvaguardar una parte de su propia personalidad.”
También da un ejemplo de la regla de oro del show-business comentando el caso de su matrimonio de conveniencia con Janet Leigh: “Tenía claro que iríamos más lejos los dos juntos. Los paparazzi nos seguían por todas partes, salíamos en las portadas de las revistas. No bastaba con que uno fuera guapo, era esencial que estuviera emparejado con la mujer adecuada. La situación me encantaba. ¿Qué mejor forma de hacerse famoso?”
Fuente: Entrevista a The Sunday Times Magazine, reproducida en XL Semanal 16 noviembre 2008.
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