El BNG agrupa un electorado diverso, yo mismo lo he votado y no excluyo volverlo a hacer. Su seña de identidad es la defensa de la identidad y de los intereses de Galicia, y yo como gallego creo que en más de una ocasión es útil, al margen de determinados lindes que se cobijan bajo su paraguas. Creo que es importante que el BNG esté representado en Madrid pero me preocupa que el BNG se haya fagocitado la identidad gallega.
El BNG ha asumido en exclusiva el protagonismo de la reivindicación del gallego y se ha apropiado de lengua, identidad y símbolos. El problema reside en que se ha delegado en el nacionalismo el desarrollo del galleguismo y la reivindicación de la cultura e identidad gallega. Ello es tanto por el ansia de la organización nacionalista como por la dejadez del resto, o directamente la oposición a todo cuanto suene en gallego en algunos.
Hasta hace unos años el símbolo del galleguismo se ubicaba en un PP mayoritariamente gallego hablante e identificado con una estructura rural-caciquil, apodados los boinas, frente a los birretes de un PP urbanita, castellano hablante, paracaidista a sueldo de Madrid, en donde la cacicada se edulcora llamándola como en Madrid “versos sueltos y familias políticas”. El desvanecimiento de ese PP galleguista representado por el difunto de Cuíña ha dado paso a este PP de Feijoo, un PP sin arraigo que ha permitido ganar ese espacio al BNG. Pero cuantas meriendas da nuestro queridisísimo vicepresidente, el nuevo rey de las chocolatadas.
El PSOE nunca se ha caracterizado por el galleguismo sino más bien por el academicismo, la pose social y el mercadeo intentando tener un espacio que si ha ganado lo ha ido ganando siempre a rentas de Madrid. Pero como autóctonos, lo que se dice autóctonos el PP y el BNG.
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