
Tras el doble crimen de Alovera es importante que nos paremos a pensar en el infierno en que debía vivir ese asesino finalmente suicida, que en la foto vemos cogiéndole la manita a su hijo huérfano.
Creo que no basta sólo con condenarlos, sino comprenderlos y ayudarlos y creo que una buena terapia para un maltratador sería que supiese que su mujer tiene un arma, que sabe manejarla y que está dispuesta a usarla.
Y es que en el momento en que las víctimas asuman que es mejor que te lleven flores a la cárcel que no al cementerio, el problema del maltrato probablemente cesará.
Entonces, seguramente el maltratador se lo pensaría muy mucho antes de volver a intentar levantarle la mano, presentarse en su casa con un cuchillo o prenderle fuego en el medio de la calle.
Creo que sería una forma excelente prevención y ayudar al maltrador en su rehabilitación y reinserción social. Y es que no hay tardes que no hay nada mejor que tejer un tapiz a la espera del indulto.
Foto: El Sargento Javier Lacasa Cebolledo el día de su boda con su víctima, en compañía del hijo de ambos.
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