Y al octavo año se marchó, pero continuó su espíritu. Rajoy, miembro del gobierno Aznar, vicepresidente del mismo y nombrado a dedo su heredero, perdió las elecciones del 2004, en un voto precisamente de castigo a ese gobierno. El 11-M no cambió el sentido del voto, pero sí lo movilizó. Un electorado desencantado pero enojado, dejó un mensaje claro y unívoco: "Por ahí no".
Cuatro años más tarde Rajoy ha vuelto a perder las elecciones, aunque pretenda no darse cuenta. Y las ha perdido no por un voto a favor de Zp, sino por un voto en contra del PP.
Si el PP quiere volver a gobernar es necesario que sepa disociarse de Rajoy, que no de sí mismo.
El PP no puede seguir vinculando a este equipo caducado, la vigencia de su ideario político respecto a temas como la vertebración territorial, política de seguridad antiterrorista o política económica.
El PP de la derecha razonable, debe preservar la validez y vigencia de su ideario, y por ende del modelo constitucional, reencarnándolo en un equipo nuevo.
Ello lo necesitamos todos, tanto el PP como este PSOE cautivo y territorializado.
En caso contrario corremos el riesgo de identificación de unos ideales con una etapa fenecida y en descomposición, cayendo éstos, afectos por contacto, en tal descomposición, a modo de fruto en cesto con podredumbre.
1 comentario:
Necesitamos al PP, pero no a este PP
En las elecciones lo que se busca es conseguir tocar balón, y si se pierde pues adiós, corre el turno. Nadie se planteó que Carter o Bush padre, se presentasen como candidatos a la presidencia tras haber perdido la reelección, incluso ni el el bando de los candidatos aspirantes derrotados aspiran nuevamente a ello. Rajoy no obstante pretende hacerlo a pesar de haber perdido el gobierno y ser condenado por segunda vez consecutiva a la oposición.
Rajoy es depositario del pecado original del despotismo Aznar. La legislatura 2000-2004 sirvió para echar por la borda a la mayoría del capital humano conquistado desde una derecha razonable. La legislatura 2004-2008 con un PP de trincheras no suavizó el perfil, y a pesar del desastroso cuatrienio se espantó a mucho electorado. Cada uno tiene que saber su lugar, una Izquierda sin manifestación no es Izquierda, pero la derecha en la calle sonaba a intentona golpista de tricornios. Y ahí que el gran movilizador de la izquierda haya sido Rouco y sus kikos, sus cavernas de la familia, sus agoreros. Y ganó ZP, no por méritos propios, sino de nuevo por castigo ajeno.
Ese halo en negativo es un lastre para el PP, un PP cuyos voto representa mayoritariamente a esa derecha razonable que llevó al partido al poder. Una derecha razonable que es hoy la única libre para reivindicar la vigencia de una forma de entender una España unida, y ofrecer una política pragmática y efectiva.
El PSOE está cautivo de un éxito relativo que le permite de nuevo gobernar, pero a qué precio. Cautivo de nuevo de sí mismo y reforzado en su deriva. Las voces críticas internas del PSOE han sido acalladas con las urnas, la única alternativa es un PP razonable, pero necesariamente con otros rostros.
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