lunes, 31 de marzo de 2008

Brillante impaciencia

De Mario Conde tengo una imagen borrosa y un recuerdo vago, pero destacaría que quizás una de las cartas de su infortunio fuese su brillante impaciencia y su excesivo gusto por estar y ser visto, como estos perros que se dedican a mear cuanta farola tropiezan, o los mamones que van dejando sus iniciales, rotulador en mano, en cuanta pared, cartel o papelera ven. Y lo de infortunio lo digo relativamente pues dudo que tenga los riñones al aire.
Excesiva presencia en saraos, excesivo gusto por dejarse querer más por las cámaras que por los accionistas, muy a lo Donald Trump o a lo millonario tejano, no al gusto de los consejos de administración españoles.

Pero esa ansia tiraba de él, y conjugándolo con su brillantez, retroalimentaba su ego y su ola, llevándolo más y más adelante, y más arriba, hasta de nuevo chocar con el acantilado del dinero y la política.
Moraleja? Esta moraleja no me gusta, me gustan los personajes brillantes y alternativos, procuro que no meen los zapatos y listo, prefiero los pisotones de los fuertes a los navajazos de los débiles, la historia la escriben los emprendedores y los psicópatas.

Cuanto tardaría Azcona en hacerle un guión a su vida?

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