En agosto el que puede se va y Barcelona evidencia un paisaje entre desdicha de inmigración y fervor alcohólico de guiri descamisado tirado en las Ramblas.
Los de aquí, los de al menos casi toda la vida, ya me lo habían dicho cuando me acogieron en su seno, traza una línea imaginaria, de plaza Catalunya para abajo de puntillas de correcaminos veloz, de plaza Catalunya para arriba, cuanto más arriba mejor.
Creo que Barcelona tiene sus coordenadas por edades y estaciones. La mía es otoño-primavera, diagonal norte, parada María Cristina.
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