Una cosa el el sano ejercicio del derecho de reunión y manifestación, de la fiesta de la libertad, de expresión y otra diferente la ocupación sine die del espacio público en perjuicio del resto de la ciudadanía.
Una cosa es la protesta racionalizada, articulada, y otra esta amalgama multipolar del descontento, que no se tiene clara ni a si misma, ni tiene discurso más allá del twit, SMS, o del Me Gusta.
Porque esto no parece una mecha, sino un cúmulo de mechas para petardada diversa, vehiculada en acampada veraniega en la Puerta del Sol, que me quemo leches.
La ciudadanía percibe la legitimidad del descontento pero lo inmaturo y escénico de la protesta, eso sí muy iconográfica. Porque en esta avidez de respuesta social, las rastas de Sol o Plaça Catalunya venden, y mucho, ahora echamos en falta un poco de martirologio.
Qué vuelvan los caballos a cabalgar por la Complutense, que bonita camiseta nos podríamos hacer, eso sí a la venta en Bershka.