lunes, 5 de mayo de 2008

Amores toxicómanos en León

En la comida me cuentan que los hay que se desenganchan de la heroína con el único objetivo del volver a descubrir el placer de recaer en ella, y de los que se enorgullecen de los que han enganchado. El lícito deseo del placer viciado por el negocio y la adulteración.
Me comentan que en eso de la pasión no hay atino, que en León hubo una moda por la que las niñas bien pasaron por su fase de amor gitano y toxicómano.
Hace años un compañero en proceso de deshabituación me contaba como las niñas pijas de la ciudad, sabedoras de portar cocaína, se le lanzaban a los brazos en busca de sexo con rayas. La vagina como conseguidora de sustancias.
Hubo también un siniestro que habiendo hecho la mili en la Legión relataba como un superior se metía unos tiros antes de ir de instrucción, para ir bien enérgico.
Volviendo a la comida, me concretan el caso extremo de una de esas hijas de bien que liada procreó churumbel, que crió combinando con lazos y vestidos caros de los fines de semana en casa de la abuela y con el sin zapatos de a diario.
Los seres humanos somos así de frágiles y de crueles, de perdidos y de inocentes, lo peor son los malvados, que los hay.

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